jueves, 10 de enero de 2013

La Rosa de Amor


Acaba de morir mi alma y le hace un cortejo mi guitarra.
El llanto convulsivo de mis penas y el largo silencio de esperanzas, es la corona desteñida, mustia de ilusiones ya pasadas; que se enquistan en mi como gusanos deseosos de poner fin, a lo que resta de la nada.
Rosa de amor, idolatrada, clavaste tus espinas sin compasión de mis pobres carnes allagadas.
Me diste tu perfume, tu color, el placer de saberte inmaculada, y hoy me hieres despiadada rompiendo el puente de cristal que conduce a los brazos de mi amada.
Tiembla mi cuerpo, mis manos, mis piernas no sustentan esta desfalleciente figura despojada de alma.
Caeré por fin en un lugar cualquiera, un lugar que sea cementerio de mi alma; y allí, florecerá una rosa, una rosa roja como una llamarada…y llevará tu nombre…
Ese nombre que como un estandarte de victoria alguna vez enarbolara y que hoy está ahogado en un mar de angustias y de lágrimas.
¡Adiós! Palabra que marca despedida.
¡A Dios! Como un ruego para que detengas tu partida.
Solo el tiempo inexorable de la vida ha de prenderle velas a este muerto, a este muerto en vida.
Y se han de iluminar las sombras con titilante y desfalleciente lámpara, y el fantasma de mi interior deambulará como un loco, por doquier, buscando encontrarla.

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